Andrés José Peraza Henríquez
Abordar la calidad de vida del adulto mayor ha sido un asunto tratado desde hace años por las diferentes organizaciones internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización Mundial de la Salud y Organización Panamericana de la salud (OPS), para citar algunas. Asimismo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) persigue fomentar los derechos laborales y la protección social de los trabajadores en general, en el mundo.En ese orden de ideas, se plantea el trato indignante que reciben los pensionados y jubilados, particularmente en América Latina, donde se destaca el estado de pobreza crítica en que fue convertido este sector tan vulnerable de la población, con mayor incidencia en Venezuela, condenados a sobrevivir con una pensión menor de 4 dólares al mes. La hiperinflación devoró los sueldos y salarios de los trabajadores que básicamente dependen del Estado y con ello las jubilaciones que le fueron otorgadas al momento de cumplir su etapa activa de trabajo. Los cambios políticos y sociales les cambió la vida a los ciudadanos hace más de 20 años, perdiendo así su calidad de vidaEn los países desarrollados los gobernantes están casi obligados a mantener o mejorar las políticas públicas, aprobando presupuestos justos que satisfagan las necesidades de alimentación, asistencia médica y pensiones dignas para el adulto mayor, permitiéndoles una adecuada calidad de vida, cumpliendo en gran parte con las recomendaciones de los organismos internacionales. Ha llegado el momento de que estas organizaciones tiendan su mirada hacia otra parte del mundo donde el adulto mayor sufre el castigo impuesto por los gobiernos de turno, condenándolos a morir prematuramente por la falta de políticas públicas cónsonas con los acuerdos internacionales. En esta obra se avizora alternativas donde la unión y el esfuerzo de todos pueden contribuir a mejorar la calidad de vida del adulto mayor.